Norberto Galasso rodeado de libros y documentos, en su estudio de Parque Chacabuco: "Los chicos entendieron que había un futuro." |
“Un día le pregunté a un obrero que conocía, si me podía presentar un obrero socialista. Él me respondió: no, acá esa mercadería no hay, con picardía, porque eran todos peronistas. Es decir, los libros me habían dicho que los obreros tenían que ser socialistas pero en la realidad los obreros eran peronistas”.
¿Qué
fue lo que más te impactó de Perón o del peronismo?
Norberto Galasso: Yo empecé con un ideario de izquierda, cercano al socialismo. Pero
cuando tenía 24 años acá en el barrio (Parque Chacabuco) había una fábrica de
flanes, la Royal, y fui porque quería conocer algún obrero socialista. Entonces
le pregunté a un obrero que conocía de antes, si me podía presentar un obrero
socialista. Pero él me respondió: no, acá esa mercadería no hay, con picardía,
porque eran todos peronistas. Es decir, los libros me habían dicho que los
obreros tenían que ser socialistas pero en la realidad los obreros eran
peronistas. Y como yo no era soberbio, presté atención y escuché a los
laburantes. Y después sí, me crucé en el camino con Jauretche, con Ramos, con
Hernández Arregui y esto fue lo que de algún modo posibilitó esa síntesis que
me aclaró el panorama latinoamericano y argentino. También tuvo mucho impacto
para mí cuando recibí la respuesta de Perón a una consulta mía sobre
Scalabrini, ya que yo quería saber si se habían carteado con Scalabrini antes
de la muerte de este. Cuando Orsi, un hombre de FORJA, me dijo que vaya que
había llegado la respuesta del General, a mí me temblaban las piernas, porque
yo no creía que le fuera a dar importancia. Y también la muerte de Perón me
provocó un impacto muy fuerte. Son emociones que los intelectuales de alma fría
no aprecian.
¿Y qué sensación te produjo lo que pasó
con Néstor Kirchner?
N.G.: La muerte
de Néstor fue otro impacto terrible, uno no se podía convencer. Mirá lo que son
las cosas porque yo a Perón, más allá de esa carta que me mandó, cuando volvió
lo vi de lejos, porque Perón había conseguido que la CGT y la Juventud hicieran
una manifestación conjunta, que creo que fue el 31 de agosto del 73. Y recuerdo
que los burócratas ponían la Marcha Peronista muy fuerte cuando pasaban las
columnas de la juventud, para que no se escucharan las consignas. Yo ya no era
tan joven, pero iba con mí mujer que sí lo era. Y lo pude ver a Perón a pocos
metros de distancia. Con Néstor fue distinto. Néstor era un tipo trasgresor
como político y como militante. Yo creo que era un político militante. Néstor
había leído el libro que escribí sobre Perón y le había gustado, entonces
también les recomendó leerlo a los chicos de La Cámpora. Y un sábado que fui a
Carta Abierta me avisan que está entrando Kirchner. En ese entonces yo tenía un
micro en Radio Nacional y tenía un problemita porque había entrado un
subdirector bastante gorila, y le quería decir a Néstor que se estaba
cometiendo un error. Entonces, no sin dudas, me acerqué a Néstor y él me dice:
che, muy bueno tu libro, como si nos conociéramos de toda la vida. Y yo en el
mismo tono le dije: ¿Sí, te parece que está logrado? Hablamos tres palabras y
cuando siguió de largo, yo me quedé pensando: ¡Cómo le voy a decir te parece al
Presidente de la Nación! Pero esto prueba que no era solamente un presidente de
la Nación, era un tipo como uno. Antes de que deje
el lugar lo volví a encarar por lo de la radio y me dijo: ese nombramiento nos
lo pidió Alfonsín cuando lo fuimos a visitar con Cristina, así que no sé si se
puede solucionar. Realmente, fue franco.
Y la muerte de Néstor tuvo un doble efecto: un efecto de
vacío, muy semejante al de la muerte de Perón, porque a pesar de todos los
conflictos que hubo para mí generación la muerte de Perón fue como si se
produjera un gran vacío en la familia, como que había alguien a quien siempre
se podía recurrir y de golpe había un gran vacío, una sensación de impotencia,
de orfandad.
Y con Néstor lo mismo, pero al mismo tiempo una situación
muy inédita que fue ver a los chicos adolescentes llorando. Ya en los festejos
del Bicentenario se había manifestado la juventud pero el de Néstor fue un
velatorio que tuvo unas características muy especiales: que un tipo se pone a
cantar, que otro le dice Fuerza Cristina y los jóvenes de 14 o 15 años que se
acercan al féretro. Nosotros habíamos visto en el año 2000 cómo los jóvenes se
iban del país porque no tenían ningún horizonte.
Fue
impresionante ver que el pueblo había recuperado el amor hacia un político.
N.G.: Sí, sí.
Era la recuperación de la confianza en la política. Los chicos habían llegado a
la conclusión que el Presidente era un tipo del común, que se vestía como un
tipo del común, que se tiraba sobre la gente y que además actuaba como un tipo
del común. Porque suponiendo que algún presidente hubiese enfrentado a alguna
gran corporación mediática, lo hubiera hecho con un discurso mesurado,
equilibrado. Pero cuando él se enfrenta con Clarín, le dice: ¿Qué te pasa? Y lo
acompaña con el gesto. En el barrio se sabe que después de eso, viene el
trompazo. Y los chicos entendieron que la política era un instrumento de
cambio, que no era la corrupción, que no era el doble discurso, que era lo que
se había visto con el menemismo. Los chicos entendieron que había un futuro.
Nuestra
generación vivió el constante desmoronamiento de la Argentina hasta que
llegaron Néstor y Cristina con lo que yo llamo espíritu patriótico.
N.G.: Sí, Néstor
tuvo una gran audacia y alcanza una gran capacidad para el armado político. También
pienso que Cristina posiblemente a nivel ideológico está en un nivel todavía
más alto que el de Néstor, que tenía esa capacidad para el vínculo, para el
armado. Se complementaban extraordinariamente.
¿Y
ahora estás escribiendo algo?
N.G.: Sí, una
biografía de Evita, que ya terminé, pero estamos verificando todas las citas. Yo
me relacioné mucho con el tema de Evita cuando hice la biografía de Perón, pero
además tuve la suerte de conocer al Padre Benítez, que era el confesor de ella.
Yo lo conocí cuando ya era muy mayor y vivía en la localidad de Florida, a una
cuadra de la Panamericana. El padre era un personaje: uno entraba a su casa y
estaba el busto de Evita, en la otra pared, una lámina con Carlos Marx, y en la
otra pared, un óleo del Che. Y como uno se sorprendía y él era un polemista, me
decía: ¿Qué le pasa? ¿le parece raro? No padre, me llama la atención. Y él
seguía: Yo me voy a morir dentro de poco y quiero morirme con revolucionarios
alrededor.
Entrevista:
Rubén Fernández Lisso