
La manipulación mediática que ejercieron los sectores corporativos durante el conflicto entre el gobierno y el campo fue el germen de 678, una idea de Diego Gvirtz, que se transformó en el programa de televisión insignia para desmoronar el cerco mediático al que nos vimos sometidos los argentinos por largas décadas.
¿Cómo surge 678?
Diego Gvirtz: Ver cómo funcionaron los medios durante el conflicto del campo, las presiones que se produjeron, me hizo pensar en una estrategia como para plantear otra realidad, fundamentalmente, por el acoso de los medios, la falta de debate y la unificación del pensamiento de todos. Entonces propongo la idea del programa y con los productores trabajamos para concretarla, convocando a gente afín para lo que queríamos hacer.
¿Y todos los convocados aceptaron?
D.G.: Alguna gente no quiso participar porque sabía a donde íbamos. Después el programa fue tomando su personalidad, su perfil propio.
¿Qué expectativas tenías en el comienzo?
D.G.: Uno cuando empieza no sabe qué es lo que va a resultar, sí sabía que era un programa que rompía con lo que se estaba diciendo en los medios en general, porque había un discurso único en ese momento. Sabía que algún impacto iba a tener, aunque arrancamos en un canal que en ese momento tenía una pantalla fría, pero fuimos creciendo desde todo punto de vista. Ahora canal Siete es otro canal, pero arrancamos en un canal flojito.
¿Te sorprendió la adhesión que generó en la gente 678?
D.G.: No solo a mí, a todos los que hacemos el programa nos fue sorprendiendo día a día. Yo venía con la idea de Facebook hace mucho tiempo, más que por nosotros, por darle bola a las redes sociales ante medios masivos tan cerrados. La red social tiene algo de comunicación horizontal donde la gente se puede comunicar entre sí. En ese momento yo veía que había una especie de cono de silencio, que era difícil defender ciertas cosas o tomar ciertas posturas, y me parecía que desde Facebook, cada uno individualmente, podía aportar al proyecto colectivo. En ese momento lo planteé en una reunión de producción -acá discutimos todo- y nadie me dio bola. Pero poco después arrancamos con el concepto, le dimos un poco de bola y eso explotó. Así y todo, en ese momento pensábamos ¿quién va a ir a la plaza por una pura convocatoria del Facebook? Porque en el programa solo lo mencionamos, a propósito le dimos poca bola para no interferir en la comunicación entre la gente, pero tampoco la ninguneamos. Yo pensé que iban a ir 500 personas, cuando me llamaron los productores que estaban ahí yo no lo podía creer (NdeR: la manifestación fue multitudinaria, ver foto).
¿Se comenzaba a romper el cerco mediático?
D.G.: Los medios tienen una injerencia, un efecto muy fuerte en la opinión pública. Y me parece que lo que pasaba -aún a mí haciendo medios y sabiendo cómo funcionan-, es que muchas veces cuando te cuentan un relato cambiado es muy difícil darte cuenta de lo que está pasando realmente. Lo que nosotros llamábamos el cono del silencio se lograba porque nadie se animaba a decir lo que pensaba, porque parecía inexpugnable el cerco mediático que habían levantando en torno a Néstor como a Cristina, su discurso no aparecía en ningún canal y así es muy difícil que la sociedad, con todos los problemas cotidianos que enfrenta, se de cuenta cómo la están manipulando.
Además de la increíble reacción de apoyo se produjeron fortísimas críticas.
D.G.: Es la situación más lógica porque en los medios había un discurso único y aparecemos nosotros mostrando ciertos niveles de manipulación o cómo le metían a la gente cosas en la cabeza. Entonces empezaron las reacciones: comenzaron a decir cosas ridículas, como que nosotros ganábamos mucho dinero y demás, en un intento de golpear las cosas que decimos en el programa. Pero yo estoy muy convencido de lo que estamos haciendo, a mí las críticas me fortalecen. De hecho, en el sistema de medios en que estamos, el día que no me critiquen es porque estaré haciendo algo mal. Pero realmente, nunca me fijé demasiado en las críticas.
¿Qué expectativas te genera la nueva ley de medios?
D.G.: Con la nueva ley los medios se van a abrir mucho, eso espero. Yo digo siempre, que si en una batalla mediática, por llamarla de alguna manera, a nuestro relato o determinadas cosas que hacemos, le va bien, va a haber más medios y van a seguir estando los que están. Si nosotros perdiéramos esa batalla, desapareceríamos y seguirían estando los medios que están. Casi que se plantea como una batalla de supervivencia, de nuestro lado, pero no del otro, con lo cual también hay una ventaja: cuando uno pelea por sobrevivir, pelea con todo lo que tiene.
¿Te genera alguna sensación especial que 678 sea un artífice indispensable para romper el cerco mediático?
D.G.: Me genera todo lo que se pueda imaginar y más, pero básicamente, son cosas que veo ahora, porque en su momento se generaron ciertas situaciones y ciertos comportamientos que me dieron miedo. Estoy hablando de mí pero también le pasaba a al equipo de trabajo. Por suerte, nada sucedió en la dimensión que uno se imaginaba y la verdad es que decirlo ahora es mucho más fácil.
¿Fue dura la transición cuando TVR cambió de canal?
D.G.: La transición fue dura: hubo situaciones desde lo personal hasta lo financiero, lo económico. Pero era obvio y era lo previsto. En Canal 13 hacer el programa era imposible y nosotros estábamos preparados para las consecuencias de lo que estábamos haciendo. Sabíamos lo que iba a pasar: no nos pagaron durante ocho meses y era difícil ir al canal. Hubo una sumatoria de hechos que entran de lo que yo llamo las reglas de juego, pero nuestro miedo era que eso vaya mucho más allá. Por suerte no pasó.
¿Quizás estemos descubriendo que vivimos en una sociedad que es mejor de los que nosotros mismos pensamos?
D.G.: Sí, claramente. Uno se va dando cuenta con el tiempo. La apertura de los medios generó que pudiéramos ver cómo llegamos a la crisis del 2001.
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