
Reportaje al Ministro de Ciencia y Tecnología de la Nación
Defiende el rol de la ciencia como “motor del desarrollo” y considera que el país puede dar “el salto tecnológico que nos permita triplicar de 8 mil a 24 mil dólares por año el producto bruto por persona”. También admite que le “sigue pareciendo increíble” que Néstor y Cristina hayan consolidado la ciencia y la tecnología como política de Estado.
¿Habías pensado en algún momento de tu vida que la Argentina podía tener un Ministerio de Ciencia y Tecnología?
L.B.: No. Yo, por así decirlo, había tirado la toalla. Incluso en un seminario dije que había perdido las esperanzas que algún gobierno reivindicara la ciencia y la tecnología como motor del desarrollo. De hecho ya estaba pensando en privatizarme (risas), en irme a trabajar de otra cosa. Esto después de haber estado militando mucho tiempo en la defensa del salario de los investigadores. Yo en el 85 fui presidente de la Asociación de Personal del CONICET.
Tengo entendido que fuiste un aguerrido gremialista
L.B.: Sí, es cierto, he cortado más de una vez la calle, lo que me impide ahora criticar a los muchachos cuando vienen (risas). Pero en ese momento costaba tanto hacer comprender la importancia de la ciencia como motor de desarrollo del país. Y lo que sucede ahora comenzó con Néstor Kirchner, que decidió por motu proprio que había que actualizar los sueldos de los investigadores sin que tuviéramos tiempo de reclamar. Y luego Cristina levanta el tema de la ciencia y la tecnología, no solo con la creación del ministerio, porque es un tema que está siempre presente en sus discursos. Es el día de hoy que me sigue pareciendo increíble. Y para mí conlleva una responsabilidad muy grande. Por suerte es una decisión fundamental que cuenta con el apoyo de todo el arco político. De hecho algunos periodistas me comentaron que cuando consultan a opositores estos les dicen que de ciencia y tecnología no quieren hablar porque tendrían que ponderar. Yo lo siento como un halago importante.
En tres años de trabajo ¿qué le aportó el Ministerio de Ciencia y Tecnología al país?
L.B.: Lo que logró es empezar a cambiar la cultura tanto del sector científico como del sector productivo respecto de la necesidad de ponerse de acuerdo y de la necesidad mutua que tienen. Un hallazgo científico no beneficia a la gente a menos que haya alguien que lo lleve a la práctica. Se necesitan dos componentes: el sector académico que investiga y el sector empresario que desarrolla y produce, lo que llamamos la innovación productiva. Ciencia, tecnología e innovación productiva marca una secuencia que tiene que darse para que la inversión que decidimos en nuestro presupuesto tenga un efecto concreto en la calidad de vida de la gente. En breve estamos brindando subsidios por 53 millones de dólares para consorcios público privados, para hacer cosas tan variadas como anticuerpos monoclonales para tratar el cáncer, revestimientos para aulas de aluminio, métodos de diagnóstico para poblaciones distantes y también desarrollos de la industria satelital, entre muchos otros proyectos.
Vos tenés una historia importante relacionado con la clonación de vacas para que produzcan leche para aplicaciones medicinales.
L.B.: Uno de los motivos por los cuales la Presidenta me convocó fue este antecedente de trabajo junto al sector productivo, con una empresa del área de la tecnología. No quería un científico puro, tradicional, sino alguien que pudiera llevar adelante esta asociación de dos culturas que son muy complementarias. Y esta conjunción de la lógica científica con la empresarial es extremadamente positiva.
A mí me da la sensación de que los científicos argentinos no van a crear un repelente de mosquitos revolucionario, que dejan la investigación para el uso popular en manos de empresarios o inventores como si fueran temas menores.
L.B.: Por eso nosotros intentamos generar una nueva cultura complementaria entre los científicos con los empresarios.
El prototipo del científico solitario metido en su cueva parece haber quedado en desuso en este tiempo de tanta presencia tecnológica.
L.B.: Es cierto que ha cambiado la visión sobre el científico, aunque hay mucho por hacer todavía, porque en ciertos ámbitos académicos persiste esta idea de cierta forma aristocrática de la ciencia, que no tiene que involucrarse con cosas mundanas. De alguna forma, directa o indirecta, se condena la vinculación con el sector productivo. Esto pasa en las grandes universidades, en las universidades más chicas o más jóvenes no representa un problema.
Hoy vivimos una fuerte disputa cultural entre quienes quieren seguir siendo el granero del mundo y quienes promueven agregar valor a los productos que exportamos.
L.B.: No hay manera de que la producción agropecuaria y la producción de manufacturas de baja intensidad tecnológica nos permita duplicar el PBI. Estamos en 8.000 dólares per capita y podríamos estar en 24 pero para eso tenemos que dar el salto a la alta tecnología, que requiere inversión en educación, requiere una cultura de valoración de la tecnología y hay que fortalecer al empresario innovador para que tenga mejor futuro que el que tiene habilidad financiera. Buena parte de nuestra historia y sobre todo en los 90, se hizo una práctica de selección darviniana que mató a cualquier empresario al que se le ocurrió poner un peso de más de lo necesario en tratar de mejorar sus productos. Por eso tenemos créditos blandos para innovadores, financiar capital de trabajo. También las entidades financieras tienen que empezar a valorar los intangibles: no puede ser que alguien que hace desarrollos de computación que se vende a nivel mundial vaya al banco y le pregunten: ¿A ver, cuántas computadoras tiene? ¿Tiene propiedades? Cuando sus productos tienen un mercado potencial de miles de millones de dólares. El sector financiero también se tiene que involucrar para financiar la producción.
Pienso que no debe ser muy común en el mundo que un científico ocupe un cargo político tan importante como un ministerio…
L.B.: Quizás no sea tan común en el mundo que conocemos, pero en China el 70% de los políticos son ingenieros. Eso también marca una diferencia. Angela Merkel, en Alemania, es física. Hay excepciones y yo creo que la investigación científica otorga ciertas pautas de comportamiento que son útiles a la política. La ciencia es una escuela de humildad, porque uno aprende a escuchar, aprende a valorar los resultados experimentales.
* Doctor en Química. Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
Destacado:
Algunos periodistas me comentaron que cuando consultan a opositores estos les dicen que de ciencia y tecnología no quieren hablar porque tendrían que ponderar. Yo lo siento como un halago importante.
Ciencia, tecnología e innovación productiva marca una secuencia que tiene que darse para que la inversión tenga un efecto concreto en la calidad de vida de la gente.
Néstor Kirchner decidió por motu proprio que había que actualizar los sueldos de los investigadores sin que tuviéramos tiempo de reclamar.
Yo había tirado la toalla. Incluso, había perdido las esperanzas que algún gobierno reivindicara la ciencia y la tecnología como motor del desarrollo.
Un hallazgo científico no beneficia a la gente a menos que haya alguien que lo lleve a la práctica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario